lunes, 1 de octubre de 2007

Le sigue la basca al niño

Nota bene:*

Yo soy malo para las fechas, pero esta simpática aventura ha de haber salido publicada por allá de 1996. Me la encontré hace poco, cuando me dio por asear el cuartito del excusado en mi rancho de Mómax (Jal. o Zac), donde guardo decorosamente mi colección de El Tapir, tanto para la edificante lectura de mis visitas como para esos momentos angustiosos en que se acaba el papel Triple Hoja, el del perrito, el que sé usar para que el remolino se me conserve suavecito. (Si algún suspicaz, de ésos que nunca faltan, se pregunta por qué no acudo a dicho cuarto con la regularidad de la gente normal, pues veo que da la impresión de que no sé ni qué tengo ahí, habré de explicarle que a mí me gusta hacer del vientre al aire libre, al lado de la pila, y que nomás me resigno a la letrina cuando está chispeando o cuando hace mucho frío).

Han cambiado mucho las cosas desde aquellos ayeres, desde luego. Capricio ya se quedó pelón, Juancho Dañón ya no farfulla en Púbico, Mamila Esanalga fue cometa fugaz en una dirección de agricultura y alcantarillado, creo, a las órdenes de un tal Refri —y ahora está de vuelta haciéndole trencitas al turismo en Mismaloya... Se me hace que el Hijos Mano y Carabobito tuvieron un hijo... En fin, que así es el tiempo, que pasa y nos lleva entre las patas y ni cuenta nos damos. Aunque algunos sigamos tan hermosos como antes, tan lozanos. ¡Ah! Y la razón de que ahora rescate esta crónica en mi bloc es que también me hallé otra, que pondré a continuación, y se me ocurrió que estaría bien ir reeditando estas nostalgias para poner en antecedentes a los curiosos... Va, pues, así, sin salivita.

Escurriéndome por los sobacos el agridulce sudor de la corretiza que di tras una calandria que se alejaba, hace unas cuantas noches me vi de pronto frente al Sangron’s donde se juntan los bandidos que hacen El Tapir, este bodrio que pagamos los que pagamos el IVA. Yo estaba en la ciudad[1] juntando abono para el garbanzo que he dado en cultivar últimamente[2], y para decirlo sin adornos, un retortijón me orilló a buscar el desahogo sanitario en el mentado local[3]. ¿Y a quién me encuentro, atascándose con una grasienta compota de virote, chilaquiles, frijoles y queso?[4] Pues a los parásitos de marras, disputándose además de la salsa Tabasco el monto de la Beca Inmundo Hediondez. Sé que eso alegaban porque los alcancé a oír cuando, después de hacer del cuerpo, fui a saludar a mi psicotrópico amigo El Polvorón, que se divertía en dar de empujones a un monosabio de los que limpian ceniceros[5]. Abuelio Larva juraba, según deduje, que la tal beca era una miseria, y que apenas alcanzaría para un número o dos de la revista, y Lombriz Parida, Lelón Plastencia y Cafesael Secansa[6] ya de plano se habían pirado: que si había que pagar colaboraciones[7], que si había que sacar color y rascahuele en la portada, que si lo mejor era copiar el formato de Tarugancia[8], que si convenía aclarar que entraban en una “nueva época” —cosa que puso amarillo a Tetemo Vivo cuando le dijeron que eso suponía rediseñar la revista entera—, que si mejor dejaban la tarea de una vez en las pezuñas de Apuro Chafolla o de Bacín Amárguez, y demás bobadas.

En ésas estaban cuando advertí que me había reconocido Patín Llora, quien traía las uñas pintadas[9]. Rápido me dije: «Éstos van a pedirme algo» (dicho y hecho, ya lo estamos viendo), y en un movimiento intrépido le quité su Afrín al Polvorón para echarme unas gotitas en las narices, de manera que volteando al techo pareciera que yo no los había visto. El picor que me atacó[10] me redujo a la condición de Chillando Yávez, por lo que no tuve más remedio que sentarme, todo lágrimas y moco, a la mesa de los de El Tapir[11].

Supe así de la suerte que han corrido algunos personajes que fueron desfilando por la conversación, y de los que no había tenido noticia desde hacía rato. Que el Baulito Señuelos sigue masticando lápices chiquitos en su establo de poetastros; que Coque Escuincla conserva la fe en la señora Maevan’s[12], y que hizo una visita a Luis Ausente Nohagonada para traducir a un tal Buchaca; que Alergio Ñoñales ya le dejó encargada una caja con cositas al doctor Esmimugre, para empezar a meterse y a la larga tumbarle el hueso; que Malicia Bebida está en una pausa creadora y de mientras reparte cuadritos de papel higiénico en los baños de La Comanche; que el doctor Memima se hace trenzas a la Willie Nelson y tiene un espectáculo en el que recita «una vaca miga a otga vaca»; que Twix Alimenta, el repatriado, gana un premio cada que se apachurra una espinilla; que Trikitrake Borceguí está urdiendo otro manifiesto contra Carlos Salchicha (Kimono Grande)[13] . Y demás. Ah, y que un huracán llamado Ingle Véjenla está haciendo pedazos el corazón de muchos, y que come hombres.

A mí ya me andaba por irme de ahí, pues me tienen sin cuidado las aventuras de toda esa pelusa. Pero debí aguantar hasta que me pasara el escozor nasal, de modo que aún alcancé a enterarme del misterio que representaba para todos los tapires la esquiva figura de Mamila Esanalga
[14], ausente sin que mediara explicación: según Abuelio Larva, estaba por llegar para tomar el control de la situación, pero que su labor al frente del periódico Tumores en la Vagina[15] no lo deja resollar. Claro que nadie lo creía, y ya para esas alturas los ánimos estaban más que caldeados: aburridos. De modo que agarré mi bolsita de abono y me fui sin despedirme. Y aquí me tienen ustedes, de nuevo en esta burbujeante columnita, porque espero que en pago por mi colaboración Lombriz Parida me presente a la famosa Ingle Véjenla: ánimas que sea gorda y lasciva, como a mí me gusta.

Notas

[1] Pues recuérdese que ahora Montenegro radica en Mómax, pueblo que no se decide aún si está en Jalisco o en Zacatecas. (N. del E.).

[2] Y si alguien retoba porque me convendría mejor conseguirlo en La Chona, responderé con elegancia que el de los caballos de calandria es gratis: Juancho Dañón, ya te di tema para tu siguiente columna aceda en Púbico. (N. del A.).

[3] Cosa que Montenegro solicita que se explique con algún detenimiento, pues a su decir él no suele «frecuentar esa pocilga perfumada donde los jotos se juntan a ver revistas de mamados a ver quién cae». (N. del A. usurpando funciones del E.).

[4] Desconocemos ese platillo; acaso el autor esté refiriéndose a los tecolotes divorciados (N. del capitán de meseros).

[5] Mentira: era al propio capitán de meseros, porque no me quería servir un tequila más. (N. del Polvorón en persona, todavía indignado).

[6] Que quién sabe por qué estaba ahí, si él ya jineteó esos dineros de lo lindo cuando les dieron la beca en otras ocasiones, y se desentendió del asunto en cuanto les retiraron la chichi: seguro vio que había lana otra vez y se arrimó de nuevo, a ver qué le tocaba. (N. del A., suscrita con codicia por el E. y todos los demás).

[7] COSA EN LA QUE ESTOY DE ACUERDO, MÉNDIGOS MARROS. (N. del A.).

[8] Alargadita y mal hecha, como recordará cualquiera. Por cierto, ¿dónde estarán el Hijos Mano y Carabobito, que diligentemente la hacían? (N. del A.).

[9] Recién desempacado de las Europas, donde tocaba el charango en una estación de metro. Quién sabe qué será más fácil quitarle: si la maña cosmética o la lingüísitca, pues con acento peninsular no suelta los “vale”, “paso de”, “tío” o “gilipollas”. (N. del Comité Barcelona y Ameca Ciudades Hermanas).

[10] Pues el Polvorón adereza su Afrín con comino y sosa, porque si no ya no le hace. (N. del A.).

[11] A la pasada, el señor Montenegro jaló la falda de una mesera para tallarse los ojos, y entonces vimos todos que esa mesera tenía huevos. (N. de un garrotero del Sangron’s, consternado).

[12] Aunque le hubiera fallado a Capricio Motel Falditas, del que se sabe que ya gasta una calva a tono con su barriga. (N. del A.).

[13] Apenas repuesto de la zarandeada que le pusieron con el argüende que se armó a raíz de los rebuznos de Meliendres (N. del E., en plan de Kimono Chico).

[14] Flamante director de este pasquín, por si alguien no se ha enterado aún (N. de Mamila Esanalga).

[15] Aunque lo cierto es que vaga con una cubetita vendiendo cebiche en la Playa de los Muertos, usa chancletas y se perforó el ombligo. (N. del Babe Huerta, quien persiguió a Esanalga hasta Tomatlán para que le devolviera unos libros y es la última persona que lo vio con vida).

*«Nota bene» me dijo una vez Lebrel Catrín (antes de irse a tocar el contrabajo en un trío de boleros en San Luis Potosí) que se decía cuando uno quiere dar una explicación para los burros que no captan al vuelo las intenciones del autor. Le quiero creer, porque además se ve bien elegante. También la aprovecho para recordar que se lean las notitas al pie que pongo y que me ponen, porque sé que hay haraganes que se las brincan. ¡Maldito block, estoy dejándome los ojitos en ponerle tantos primores...! ¡Considérenme!

No hay comentarios: